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martes, 2 de junio de 2009

Anacoretas.

"Si posas un dedo sobre mi espalda, sentirás un reguero de fuego en tus venas. La posesión de la más pequeña parte de mi cuerpo te hará más feliz que la conquista de un Imperio. Mis besos tienen el gusto de un fruto que se funde en el corazón. Embriagado por el aroma de mis senos, arrobado en la contemplación de mis miembros, abrasado en mis pupilas, te sentirás arrastrado por un torbellino".

Un anacoreta se retira del mundo en su retrete.

Dos máximas: la 1ª de Anatole France: "En aquellos tiempos [siglos III-IV d.C.], todos los desiertos estaban llenos de anacoretas", y la 2ª del propio personaje, el anacoreta laico de este film, Fernando Tobajas: "Vendrán tiempos en que todos los retretes estarán llenos de anacoretas".

Acabo de ver esta película y me ha hecho pensar sobre la trampa económico-sexual en la que estamos.
Tanto vosotras como nosotros. Con la coartada del amor se cometen estupideces, uniones de por vida.Y con nuestra necesidad de poseer otros cuerpos también.
Me quedo con la frase que dice "algunos matrimonios acaban bien y otros duran toda la vida"

Brindis.

Hay conversaciones que nacen, puro azar. Son semillas, que germinan o caen en piedra. Pero las palabras, el tono, la sintonía se queda.

Recuerdo cafés distintos, por la hora, por el momento, por la compañía. Cenas, escuetas, pero tan ricas en otros manjares, que casi se olvida comer. Y algún desayuno con sonrisa, tal vez los menos. La mañana, puñetera, es espejo y reproche. Paseos, por caminos llenos de charcos. Siempre principios. Vino y brindis a futuro. Es un placer seguir viviendo.

¿Será la edad que aquieta? Pero no me confío. Detrás de cualquier curva, de una esquina, ya rota de tanto doblada, espero.

Dentro

En el seno de la ola.
Interior.
Pies , manos , dedos y dientes.
Dolor.
Rompe... en la arena,
entre sirenas de Nivea. Salivas, deseos.
La piel se funde.
Rozan las conchas rotas y viejas. Blancas
Surcos.
Mejor así, la sangre no se represa.

Preñar la playa.
Oasis.
Que no queden ni los ojos.
Y el próximo verano, una toalla.
Mortaja.
Haré el amor con los cuerpos, diana sol.
Huellas, senos,manos,caderas,
me encarnan en invierno.
Y otra vez, la maldición.
Una ola hembra me seduce.
Vuelvo a su interior.

Precipitados.

No se diluyen
estas nuestras miradas,
caen en un vendaval,
arrastradas.
Tus ojos de luna negra,
funden el metal
hierro
de mi piel de hojalata.
Y sonrío, bobo de baba.
No me enseñaron
que sumar masas es restar
gramos del alma.

Gata roja,
en tu mesa me devoras.
Pongo el pan, la sal y el agua
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