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sábado, 29 de noviembre de 2008

Dunaluna

En ocasiones tengo la impresión de que nunca sé mirar mas allá de aquel cristal entelado. Me gustaba mirarlo en silencio, con la compañía de aquel fuego que bostezaba camino de dormirse. Pero me sentía bien y no soportaba que nadie, ni siquiera la lluvia, dibujase sobre su sábana mágica mientras cambiaba su color de atardecer por el de la noche.

Todos los inviernos la nieve colgaba el cartel de vacaciones en la escuela y los días se volvían blancos y aburridos. Cerraba los ojos intentando aguantarlos así en el tiempo encerrado en aquel reloj de arena. Y raramente lo conseguía.

-¿Si rompo el cristal del reloj, se escapará el tiempo?, le preguntaba al abuelo.

-El tiempo no se puede encerrar, ni escapar. Sólo se puede perder, Seguei.

-Pues yo, abuelo, nunca me lo he encontrado ahí fuera. Aunque tampoco aquí dentro.

Recuerdo que el abuelo reía mis ocurrencias, que ahora ya no me parecen tan tontas, y siempre encontraba en el baúl de su memoria -un poco canosa, eso si- un cuento para entretener su soledad y hacerme viajar por el mundo de los sueños.

-Vow nació en luna creciente. Quizá por eso siempre aspiraba a más. No era ni grande ni pequeña y vivía al sur del desierto.

-¿Quién era Wow, abuelo?

-Pero, al margen de su tamaño, había algo en ella que la diferenciaba de las demás; ya de pequeña, intentaba ponerse de puntillas para ver el horizonte y no se conformaba con alcanzar sólo unos metros más allá.

-¡Pero, abuelo, aún no me has dicho quién es Vow!

-Ah,sí, Vow. Era una duna.

-¿Una montaña de ésas, de ésas que hay en el desierto?

-Sí, Serguei. Una montaña de arena que, aunque cambiaba de forma a capricho del viento, era aún más caprichosa que él. ¡Figúrate! ¡Quería encontrar un desierto sin el calor de los días y sin el frío de las noches!

-¿Por qué?

-Ella soñaba con DunaLuna.

-¿DunaLuna?

-Sí. Cuando caía la noche empezaba a caminar sin descanso. Sabía que detrás de la luna estaba ese lugar prohibido tantas veces imaginado. Alzaba la vista y la Luna seguía a la misma distancia.

Yo aprovechaba que el abuelo paraba a encender un cigarrillo para avivar el fuego y preguntar a las llamas por el final. Me volvía deprisa para no oir su respuesta y me sentaba de nuevo a sus pies.

-Le entristecian las burlas del viento, continuaba el abuelo, y de las otras dunas y dejaba viajar su deseo sobre aquel cometa que se perdía en la oscuridad. Nadie sabía el secreto para llegar al otro lado de la Luna, quizá porque nadie había intentado descubrirlo o, lo que es peor, porque a nadie se le había ocurrido buscar otro desierto. "Todos debemos poner nuestro granito de arena", repetía Vow una y otra vez.

Me había quedado encantado por el viejo reloj y no paraba de preguntarme de dónde era aquella arena.

-¿Me sigues?, acarició la voz del abuelo como otras veces.

-Sí, sí, abuelo, sólo que a mí también me sigue la Luna y nunca he llegado al otro lado, lo mismo que Vow. ¿Tú conoces a alguien que lo haya conseguido?

Muchas veces el abuelo no contestaba a mis preguntas, se limitaba a esbozar una sonrisa y a apurar un poco más el cigarrillo.

-Déjame terminar, Seguei.... Un día de gran tormenta, cerca del atardecer, el viento confesó a Vow que ni siquiera él (que siempre va de aquí para allá) sabía el camino a DunaLuna. Vow lo había intentado del derecho, del revés, de día y de noche pero la Luna seguía en el mismo lugar, con la misma cara, con el mismo gesto vacío de siempre. Su corazón de arena se sentía cansado pero, en su soledad, se encontraba feliz porque lo había dado todo por los demás. Ella nunca supo que siempre había vivido en DunaLuna, o quizá nunca lo quiso decir, pero, ahora que hace tiempo que ya no está, las dunas crean formas maravillosas y miran de reojo al horizonte.

-Oye, abuelo, ¿y esa arena que hay en el reloj?

-Vamos a cenar, Seguei, no debemos perder el tiempo.

-Es verdad, ya no me acordaba ¿pero algún día me lo dirás?

Ahora que han pasado muchas tormentas por mi cabeza, quizás empiezo a comprender porque todos llevamos algo de desierto.

1 comentarios:

Paloma dijo...

DunaLuna... me recuerda una canción o un programa infantil...

Duro e incansable camino el de Wow para llegar al otro lado de la Luna... y sin embargo, siempre había estado allí...

Escribe el cuento de la niña que quería ver una estrella cada noche...

Besos niños al calor del hogar.